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Beto

Nunca fui amigo del dicho popular: si un árbol cae, pero no hay nadie para oírlo, ¿hace ruido?. Hasta hoy, que llegó ante mí la historia de Beto, la ballena.

Los seres humanos, tendemos a vivir juntos; ya que encontramos más provechoso afrontar el mundo acompañados, donde uno solo contra la inmensidad parece demasiado. Pero para poder hacer esto, necesitamos comunicarnos, ser capaces de entendernos. Y para conseguir este fin es necesario poder expresar mensajes. Aunque hasta aquí está la mitad del trabajo necesario, además de enviar señales, necesitamos alguien que las reciba y luego que las entienda.

Aquí aparece la historia de Beto, del cual se conoce su existencia hace doce años, cuando siguió por largo tiempo a un submarino estadounidense. Llamó la atención de los científicos, ya que lo vieron solo; y esta especie tiende a movilizarse de a varios individuos por vez. La doctora Stafford iba a bordo del submarino y se dispuso a grabar los sonidos emitidos por la ballena.

Una vez de vuelta en el laboratorio, se percató que había algo peculiar en los sonidos grabados: tenían una frecuencia mucho mayor a la usualmente encontrada: Beto emitía ruidos que se asemejaban a las notas mas graves de una tuba. Sin embargo, por más glamoroso que suene esto, los científicos vieron un problema cuando se percataron que las demás ballenas eran incapaces de registrar esos sonidos. Entonces, tenemos una ballena de origen desconocido, que lo más probable es que tenga un problema en sus cuerdas vocales, que no puede comunicarse con las demás; por más que intente hacerlo constantemente; quedando así forzada a vivir sola.

Gracias a su tono vocal distinto, fue sencillo rastrear a Beto a lo largo de los años. Parece gozar de buena salud, aunque por su condición está condenado a vivir solo en la inmensidad del océano.

Aquí pueden escucharlo, le parte un poco el alma a uno.