Viajando en el bondi hoy vi dos sonrisas de lujuria. ¡Vamos otoño que todavía podemos! Ella lo mira con una boca que se estira casi hasta lo grotesco y no lo deja de mirar, aún abajo del colectivo (de tanto que lo miraba, el bondi la pisó). Él, rojo. Las mujeres siguen tomando los toros por las astas y esta otra baja un tanto su cabeza, para que su mirada parezca simplemente un ataque. Ni sumisa ni debota, yo te quiero libre, linda y loca.
Mientras tanto yo las escucho. En este bondi es de noche y yo poco puedo saber de los demás. Acá es donde ellas cantan, donde lo que necesitás es poco y está a cargo de sus voces y sus guitarras. Simples y sin muchas vueltas: lo que espero a esta hora con todo el día sobre mis hombros. Me encantan, la verdad me encantan. Debo haber escuchado este CD quince veces y cada vez que lo escuché sonreí. ¿Qué más que sonreir? Seguramente si las escuchara por separado, este transporte público no sería tan cálido. Tal vez es por el amontonamiento de gente… No importa. Ella tiene una voz hermosa, suave, perfecta, limpia y esa limpieza sola me sacaría absolutamente de quicio. Pero ella no -cosa que también molestaría sin compañía-, ella “La pifié ¿no?”, “Sí, pero está todo bien, con gracia, le pifiaste con gracia”. Menos mal que la pifiaste, porque ahí esta el amor. Ese amor de otoño, ese amor que es seducción, imperfecto y torpe. El que es la sonrisa en una mirada (¡sí que sonrien las miradas!) que dice “si estuvieramos solos ya hubiese conocido cada lunar de tu cuerpo inexacto”, mezclada, incondicionalmente, con unos mimos. Una, ternura; otra, frenesí. Ellas son la música alejada de toda cursilería, simple y “Hoy al viento lo vi libre y me enamoré, me despertó tan dulcemente, acarició mi pelo y me enamoré”. Y está bien, yo también me enamoré, pero me lo ponías con una musiquita cursi pop y te apagaba y me queda con el traqueteo del bondi. Pero esa especie de voz de cancha de repente surge acompañada por una fuerza plena. Algo de tierra, ¿no? Sí, algo natural y potente que innunda. Esto esto esto, el amor real, el amor que está acá. El amor que transforma, innunda, ensuciaaaaaaaa y renace, como en el diluvio, morrón y cuenta nueva. Si vamos a cambiar el mundo, hagamos una fiesta.
Listo, ya fue, le tiro la boca al chofer.
Me olvidé de decir de quienés estoy hablando: Perota Chingó.
Nada más, les dejo un beso en donde más les guste a todos y cada uno de ustedes.