De dorapa, recostado en la vidriera de la joyería del Hotel Alvear, recibiendo miradas penetrantes y pensando en Los Rayos; divagas sobre la idea de un estómago eyaculador y recordas esa medicina que nos gustaba saborear, cuando de golpe te das cuenta de que podrías estar en tu casa haciendo unos terribles ñoquis (gnocchi dicen por allá) de sémola gratinados y con un respingo das media vuelta y encaras para tu cocina para disfrutar de Los Rayos nuevamente.
Mientras escuchas a algún loco con más oído que Dumbo, pones a hervir un litro de leche con 100 gr de manteca, sal, pimienta y nuez moscada. Cuidando que no te hirva el cerebelo, rayas 100 gr de queso parmesano (o algún queso similar como el sardo, pecorino, sbrinz) y un poco más. Una vez que la leche rompió el hervor, agregas en forma de lluvia y batiendo constantemente, 250 gr de sémola, que vas a cocinar durante unos dos minutos más o menos (es hasta que espese la preparación). Incorporás los 100 gr de queso que rayaste primero y cuando entibia un poco, 3 yemas. Es importante que mezcles bien y rápido, porque sino se te van a cocinar las yemas y no queda bueno.
Acá tenés dos opciones, o seguís leyendo o no. Pero en verdad la segunda no es una opción real, porque seguís leyendo inevitablemente. Así que te doy dos opciones de verdad; 1) haces rollos con la sémola y los enfilmas, para una vez fríos cortarlos; o 2) estiras sobre una placa y después cortas cuadrados o círculos o triángulos. (¡Son mucho más que dos!).
Una vez que ya tenes cortados todos los ñoquis que querés comer, en una sartén caliente los doras de ambos lados con un poco de aceite.
Para la salsa, mezclas medio pote de casancrem, un cartón (es el de 500 gr) de
crema, sal, pimienta, una yema y parte del queso que rayaste de más. Dispones en la forma que más te guste los ñoquis en un plato, cubris con la salsa, pones un poco más de queso por arriba y los mandas al horno a gratinar.Cuando los saques, no te quemes con el plato. Pero ya estás listo para disfrutar de una experiencia gustativa solo comparable a comerse un chori en la puerta de El Alvear.