All Articles

Como un estruendo

En 1995, después de haber trabajado como coguionista de David Lynch durante cinco intensos años, Norberto Goasky retornó a su terruño, en el partido de Mar del Plata debido a que “extrañaba el idioma materno”. Las filmaciones con el director estadounidense le habían dejado una sutil niebla de sordidez en el cerebro; la sensación -“como un temblequeo”, la describiría más tarde- fue en aumento, semana tras semana, mientras Norberto buscaba empleo en las cadenas de televisión pública de la Provincia de Buenos Aires. No llegaría a sentir el verdadero efecto de la alteración neuronal hasta el instante preciso en que, concentrado para su primera performance en una publicidad de Adelgamate, el malestar atacara directa e impiadosamente al área cerebral en donde se articula el lenguaje. ¿El resultado? Un cantito inextirpable que alarga la “a” pero, más aún, la “e” en Adelgamaaateeeeee. Por supuesto, la condición se extendió hacia otras zonas del mate de Norberto, quien no tardó en adoptar el nombre artístico que lo consagraría a la fama provincial: Norbert Degoas; pronto, a la modulación peculiar se le sumaron sugerentes movimientos de los globos oculares, gestualidad muscular inestable y sonrisas compradoras que se tornaban, con rapidez, en intención psicópata.

Los medios supieron reconocer al genio; la presencia de Norbert Degoas se multiplicó a lo largo de la promoción de diversos rubros (colchones, bicicletas, remises, hierro hierro hierro, micros a larga distancia –bue, no, sairesss, el, condor, mar, del pla, ta; mar, del, pla, ta, el con, dor, bue, nos airesss-, quiniela, y un sinnúmero de empréstitos nacionales), pero su arribo al estrellato se consolidó al incursionar en innovaciones dramáticas: así es como lo podemos ver interpretando varios papeles a la vez, variando las voces, entonaciones y lenguaje corporal de un niño,

¡¡Cerámico, dieciocho con noventa!!

una vieja, un vendedor y un cliente, un turista canchero, un rey mago; y todo esto sin perder nunca el buen humor ni la mirada asesina.

El tiempo dirá quién resulta el mejor actor argentino; el tiempo y la insistencia del puro talento.

 

 

Norbert Degoas, sultán de la musiquilla y el gesto.

Bacán, bacán.