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Cuando el Apocalipsis vuelve en dos ruedas – secuela

La puerta se abre dejando entrar una barra de luz blanca al claustrofóbico cuarto oscuro. Ruido de pasos sobre charcos de aceite y la mesa de disección aparece en el centro, bajo el foco débil que se enciende iluminando las facciones de una inconsciente joven golpeada. Vemos sus muñecas encadenadas y los ojos que se despabilan para mirar con pánico al torturador que se acerca detrás de cámara. Y nosotros -los espectadores- ¡no lo podemos ver! -justamente porque está del otro lado de la cámara-, pero sí logramos oír el clic-trac de una pinza oxidada, seguido de un silbido de serrucho que corta la densa atmósfera, junto a la la crepitante reacción eléctrica de dos cables pelados, que preludian gritos desgarrados de la hermosa víctima. ¿Por qué?, ¿por qué esta escena lacerante? Entonces, los ruegos se expanden y rebotan dentro del cuarto de torturas: ¡No..! ¡NOOOO!, LOS RAYOS NOOOO…
De golpe, silencio; y el foco ilumina un retorcido rayo de bicicleta chorreando sangre a lo largo de la pinza que lo sostiene. Fin de la primera escena.

Se trata de la segunda parte de la saga que viene a clausurar la primavera del transporte no contaminante: Apocaciclis zombie II, el contraataque de los bici-mutantes.

Quienes hayan visto la película anterior recordarán el final tremebundo en el que un grupo reducido de sobrevivientes enfrentaban los desenfrenados rayos sedientos de carne. La cuestión se revierte en esta secuela: una larga y sostenida convivencia de bicis y humanos en pugna ha resultado en inevitable mestizaje; los híbridos bici-humanos pululan por las arruinadas calles del mundo abriendo nuevas sendas de felicidad, caminos que recorren abultados en malones mutantes finalmente organizados como sociedades itinerantes, cazadoras y recolectoras. Tienen dos patas, dos brazos y dos ruedas; se alimentan de oxígeno y pescado; constituyen un nuevo tipo de ser viviente, humanos inorgánicos, bicis con sentimientos y pensamiento crítico…

¡Bici adolescentes soldados mutantes!

Pero no todo es pan y rosas en el mundo post-petrolífero: los asesinatos y torturas clandestinas contra bici-humanos se repiten cada vez con mayor elocuencia. Se ignora la fuente de los atentados, aunque se torna inevitable sospechar de una sociedad secreta ligada a los últimos y multimillonarios sobrevivientes de las explotaciones de combustible fósil.

Finalmente, el futuro del planeta se dirime con una batalla campal entre humanos  semi-bestializados, bici-humanos y automóviles mutantes. ¿Quién ganará? ¿Será éste realmente el final o habrá una tercera parte? ¿Qué pasó con los aviones? ¿Y las motos? Muchas preguntas brotan en los 132 minutos de una película que ha estremecido al público biempensante.

Automutante: producto de las pasteras Botnia.

El primer párrafo de la reseña se nutre de un sueño que tuvo una amiga de Coco. Gracias, amiga de Coco, por compartir tus sueños, prefiguraciones.