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Dos imágenes

Dos figuras tal vez opuestas, tal vez complementarias:

1- Una persona camina por la calle con un lápiz en la oreja (entendámonos: entre la oreja y el temporal, no adentro del oído).

2- Una persona que se pone los pantalones al revés (entendámonos: con la bragueta atrás y los bolsillos traseros adelante).

¿Qué representa cada caso? Podemos pensar, con el primero, en un humano atento, dispuesto a sacar el lápiz con premura ante la necesidad de anotar cualquier cosa que se le cruce por la calle -el teléfono de una empanadería que le pareció espectacular y quiere tener a mano la próxima que pida de apio con roquefort; una patente de auto que le resultó graciosísima para comentar a un amigo mate por medio; la unión, que se le intercaló en la cabeza mientras pensaba en no se qué, de dos palabras que nadie antes había juntado; y demás.

En el segundo caso, nos imaginaríamos a un sujeto distraído, más bien descolgado del planeta, que primero sirve el café y después pone la taza. Una persona así es la que podría llegar a ponerse los pantalones a contramano y darse cuenta recién cuando se ve condicionado, en un baño público, a pedirle a su vecino de mingitorio que le baje el cierre porque no llega.

Bueno, pero las cosas no son siempre como uno las fantasea: al contrario, son siempre diferentes. El sujeto de los pantalones, en realidad, es un experimentador, un científico que no puede vivir un día más después de que se le ha plantado la duda acerca de cómo se siente sentarse hacia adelante y agacharse para atrás; así que decide hacer la prueba y ¡oh curiosidad! surge una idea nueva… Mientras que el aparente sabio del lápiz resulta un distraído máximo que nunca volverá a encontrar la fibra que tanto le gustaba y que no supo decir dónde olvidó. Hasta que un día, viejo ya, no pudiendo acariciar la cabeza de sus nietos sin asustarlos con el temblequeo de un pulso sísmico, por ahí reencuentre, al errar el índice que iba en dirección al volumen del audífono, su extraviado lápiz.

¡Cuchame!