Podría empezar estas líneas diciendo que esto le sucedió al amigo de un amigo, pero no; le pasó a una (por decir un número) persona que ni siquiera conozco. Resulta que estaba ella sentada en el sótano del teatro Colón, debajo de la 9 de julio, por ahí donde pasa el calendario, tejiendo las pelucas para la obra de ayer, cuando lo vio pasar en fotos a Lucas (¿por qué será que siempre es el primer nombre en venirse a la mente?)(Ricardo Ricardo, Ricardo Rubén)(¿Cómo es posible que tanta gente fea viaje junta en un colectivo?).
Cuestión que ahí estaba, perdida por los pasillos de una cabeza ajena, entre pelos varios y un cuero cabelludo de lycra, recordando esas imágenes del futuro; a su lado, Julio (que bien podría ser Lucas) (¿Por qué en francés el mes julio es Juillet y el nombre Julio es Jules?) se sienta y se levanta en una acción sin aparente sentido (aunque es claro que tiene un sentido ascendente con intenciones de llegar a la superficie).
Sin luz.
(¿Dónde estarán Los Rayos? ¿Dónde? Seguro se perdieron en la oscuridad o se fueron de vacaciones, por eso no publican)
(No, es mentira, no nos fuimos de vacaciones, hubiésemos publicado notas de viaje. Hubo un pequeño altercado, a uno lo afeitaron de una trompada y quedaron cosas por hacer.)
No me entra la lectura, le dice Miriam, Y claro, si está la luz apagada le dice Julio Lucas. Se levantan los dos y tomados de la mano se extravían juntos por paisajes eternos, caminando hacia un horizonte incierto.