Hombre de pie, plano americano. Luz tenue cenital lo hace visible para el espectador. Él come, con un expresivo rictus de congoja, dulce de leche Conaprole del pote. La música de fondo es The Cemetery de Architecture in Helsinki que acompaña el clima, los invito a que le den play a lo largo de esta reseña. Este es nuestro primer acercamiento a el héroe de esta obra maestra, Omar Benitez. Poco a poco lo vamos conociendo. Vende propiedades en Venado Tuerto, es un tipo simple, pero carga con un secreto: sufre de consumo excesivo de dulce de leche, que le genera una obesidad no muy molesta en el sentido estético (todos acordaremos en que derrocha simpatía y belleza peculiar), pero sí en términos de motricidad.
La problemática se desata cuando la fatalidad lo lleva a Bermudez a comprar dulce de leche Conaprole en el instante mismo en el que el el almacén se gesta un atentado terrorista y desafortunadamente caen representantes de la AFA. Todos escapan, la huida de Benavidez es la más tortuosa. Finalmente se da cuenta de que la única manera de limpiar su nombre es danzando I Touch Myself. Ejercita clandestinamente luchando contra su adicción, hasta el momento de su prueba final.
¡Oh! ¿Qué pasará con Berizo?
Es una historia de amor, lujuria y amor a la lujuria. Siete-ocho ians le doy.