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La felicidad es una tarta bien horneada...

…ayer fue un día especial para Los Rayos (¿para qué negarlo, Carlos?), un día que llenó nuestros cuerpos, almas y corazones y los de mucha gente más, un día realista hasta el cansancio, de tan fuera de lo cotidiano.

 

¿Cómo empezar con una página en blanco cuando los sentimientos corren alborotados? Durante la previa ya se sentía que el día iba a ser especial. En la casa de la abuela de uno de Los Rayos el asunto se ponía culinario mientras terminábamos de editar el Rayorecetario que entregaríamos a nuestra homenajeada.

 

Se preguntarán de quién estamos hablando y, seguramente, cientos de personajes famosos giran por tu mente errante. Pero dejémonos de tanta chacháchara y demos un traspié al relato de nuestra excursión al Ateneo de Santa Fé, ex-Gran Splendid:
Los nervios hacen trinar nuestras costillas en risas desmembradas, como la banana de tres gajos (sí, sí, la banana tiene tres gajos) que se desarma frente a la insistencia de tu lengua punteaguda. Pero también se puede hacer a mano, sin morderla, para comértela por separado. Y si por Luisana fuese, presentaría una versión minimalista de la bienamada Banana Split, dorándola en manteca con un poco de azúcar luego de desgajarla, para después comértela con un poco de amor francés, helado de crema americana, el infaltable dulce de leche (si es casero la rompés) y una exquisita ganash de chocolate hecha con 100 gr de crema de leche y 100 gr de chocolate (calentá la crema y después vertela sobre el chocolate hasta que se derrite).

 

Pero qué, pero qué, ¿qué pasa? Todo eso se le borra a Los Rayos de la testa cuando Luisana pestanéa un saludo extrañado: está viendo y contemplando a tres Rayos que se le acercan con una encuadernación casera en la mano. Los otros fans de Luli nos miraban expectantes, en el aire se percibía que algo estaba pasando, no que iba a pasar, estaba pasando.

 

Habría que hacer un acápite: estamos a favor de las publicaciones personales e impersonales, de que la gente escriba sobre cualquier cosa; por eso, Los Rayos; por eso, la firma de libros de cocina en casa; por eso, Luisana Lopilato inscribe el nombre de la revista en un ejemplar y nosotros respondemos, con originalidad virtual: Luisana, ¡somos nosotros! ¡Los de la foto!

 

 

Antes de ver a nuestra bella cocinera, nos hicimos del material producido por ella y descubrimos que Luisana en casa reúne recetas simples y efectivas con comentarios al margen de la autora; qué tipo de comida le gusta, qué trucos tiene para ahorrar tiempo (comprar la verdura ya cortada y lavada, freezar las milanesas para tenerlas a mano -no freezadas con las manos), y qué cosas considera imprescindibles en la cocina, tal vez un poco pretenciosas en su variedad.

 

El libro se mueve por la cotidianeidad y el ámbito familiar: su abuelo “cocinaba como para un batallón” y la familia de Mike (quien dedica su plato favorito como sorpresa para Luisana y sus lectores) “cocina como los dioses”; todos los que la rodean COCINAN, hasta podría pensarse que el lector terminará cocinando si persiste con el recetario, o si se queda a su lado. Y, si bien Luisana vive actualmente en muchos lugares, cuando se trata de cocina, las reminiscencias barriales vuelven a la superficie: “para mí, mejor que ir al súper, es hacer las compras en los almacenes de mi barrio, en Parque Chas, donde iba cuando era chica.” Aaaaaah, candor de Buenos Aires, ¡nunca dejarás de zumbarnos en las orejas! Podrán ver que en el amor por lo porteño y lo simple, la doncella enamorada le lleva a Mike un leberwurst al llegar a Argentina (¿quién no se casaría con una mujer así?).

 

A Luisana no le debemos nada (más que amor), pero en su libro hay una filosofía de cocina, un concepto redondeado entre tarteras y especias, aromas y sabores que transportan nuestras mentes hacia hermosos momentos vividos y por vivir, para disfrutar en familia, con amigos y de a dos. Como cuando comes alfajorcitos de Maicena (Luli, te vamos a pasar un gran receta gran, estate atenta a las publicaciones de Los Rayos) recostado en el balcón de tu casa en paños menores leyendo Luisana en casa, escuchando el bello sonido urbano de tu vecino congestionado. La merienda se vuelve un momento mágico, con las manos en la masa acompañadas por las hermosas fotos de Luli de entrecasa.

 

Cuando llegamos al encuentro esperado, intercambiamos unas palabras de afecto y nuestros libros, ambos autografiados. Reinó la felicidad de ambas partes, pudimos ver, al retirarnos parsimoniosamente, que Lopilato se quedaba leyendo el libro de Los Rayos con una sonrisa en la cara. Eso era lo único que buscábamos, su sonrisa.

 

Luli leyendo la cocina de Los Rayos, como vos

Gracias por tanto, Lu.