A veces Los Rayos atacan a sus corazones y juegan con sus sentimientos. No sabemos porqué, simplemente a veces pinta. Así que, por favor déjenme traerles hoy una nueva historia.
Fue hace mucho (tanto que ya no tengo certeza) cuando Pedro Fierro vio su mundo caer a pedazos. Comía y comía pero no podía endulzar su vapuleado corazón.
Ese corazón con agujeritos, que está más liviano por haber entregado una pequeña porción; sin pedir nada a cambio. Pero ahora, las razones para haberlo hecho quedan flojas, frente al dolor presente. ¿Cómo pueden hacer sus allegados para mostrarle que no vale la pena dejarse caer en la tristeza absoluta?
De repente, todo es causado por Ella (o mejor dicho, por su ausencia): debilidad, pérdida de peso, poco apetito… El círculo de Pedro no puede aconsejarlo más; sólo resta acompañar. También son inútiles todos los pedidos para que vea a un médico, que todo lo que le ocurre no puede ser causado por la separación, ¿cómo podría ser Ella responsable por el entumecimiento de sus manos, pies y alma?
Pedro decidió cerrarse hasta poder superarla, así quiso conseguir la dulzura en otro lado, terminando por tomar un curso de pastelería. Sin embargo, no por esto sus dolencias disminuyeron. Fue llevado hasta el límite, asumiendo que debía aún expiar sus pecados con Ella.
Aunque cuando comenzó a perder la vista, accedió a dejarse revisar.Para así poder concluir que el corazón de Pedro no podría recuperar la dulzura, tenía diabetes.