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Las nuevas del Lende

¡Oh Muzza del ocaso de la prosa y el resurgimiento Rayo!
alquílame un gramo de tu sorbo divino y muéstrame
cuántas lágrimas, cuántas carcajadas, cosechó el Lende
en el anuncio -¡oscuro episodio!- de su partida a las Europas
y de la reacción, si cupiese, reactiva de Los Rayos -nosotros-
ante tal noticia; con estupor y estupro, con candor, y genuino
instinto rayo.-

En efecto (después del per saltum literario, reflexiono y me acomodo el cerebelo), hace una par de semanas (tres) Los Rayos nos reunimos completamente. No son muchas las veces en que coincidimos todos, ya que cada uno tiene misiones respectivas y plazos a cumplir (y además no nos aguantamos mucho). Pero, esta vez, Blando estaba como ansioso: insistía en ver juntos a los 7, Los Rayos. Y así se dio.

Comimos caviar con criollitas, descorchamos un borgoña y quemamos dólares en el hogar de la calle Soler -a pesar del calor estival, nunca nos cansamos de esa derrochadora actitud. Después nos fuimos a trotar por Palermo y comer helado con el dedo. Raspábamos ya el telgopor con uña cansada de domingo a la noche cuando Dr. Bob -activando la antena perceptiva que lo caracteriza- destapó la intuición que le venía molestando el abdomen (un poco arriba del pupo):
– ¿Y, Lende? -soltó en lo oscuro- ¿qué noticia nos ibas a dar?
UUUUUUUhhhhh La multitud rugió por lo bajo con contenido aliento. ¿Como lo sabían? ¿qué hedor característico expulsaba el Lendo para que Dr. Bob lograse percibir el próximo anuncio? Las mentes de Los Rayos traqueteaban especuladoras: ¿sería que Blender estaba embarazado?, ¿estaría por casarse y engordar?, ¿se cambiaría de sexo, de saxo?

Nada de eso: Blender-shaper disimuló una risa y largó:
– Sí.
– …
– …
– ¡¡¡¿¿¿Qué???!!!
– Me viá trabajar Auropa… -masticó.
– ¡No te la puedo! -rasgaron, Los Rayos, el cielo.
– … a cocinar pa’ la Reina del Mediterráneo que tiene, aunque la tilden de cholula, un gran paladar.

Aplaudimos en respuesta -¡bravo, bravo!- y se sucedieron abrazos, festejos en alta voz, apretones de culo, promesas de regalo cuando volviera -¡traé alfajores!-, hasta que sobrevino la melancolía – dulce pico de avestruz en una plaza de apagón en Palermo Viejo.

Entonces, cada Rayo habló desde su singularidad más rayil; así se fueron las respuestas:

Dr. Bob, calló con suficiencia y un gesto sonriente y de paz; acaso, el presagio certero lo había dejado pleno.

Emilio (sin saber que hoy estaría escribiendo esto -pero sospechándolo-), a veces Raimond, propuso improvisar un champagne en algún bar aledaño, pero Los Rayos rasparon billeteras y se prometieron, en cambio, brindar en el futuro cercano; también (yo) obligué al Blando a firmar con sangre un acta -que todavía conservo- prometiendo una cena por sus propios tenedores y cuchillos preparada: cena absoluta y exclusiva para Los Rayos.

 Martín, el Lapidus, balbuceó un "Boludo, no puede ser; se va Lende", mientras se arrremolinaba la porra con una mano como batidor de crema, "Qué bajón, bolú. Qué ludojón, babó. Bé, quejedón, belé. Claberón, luzbel", repetía y redoblaba con la vista por el suelo y el pelo creciendo; en vertical dirección.

“Yo ya le avisé a Caro”, saltó Dan, el Administrador, “y que no dijera nada, todavía, que no divulgara”, y mostraba el celular que con el mundo lo mantenía conectado: para más y mejor distribuir la influencia de Los Rayos.

Al lado, Ioni -el JE- se oscurecía retrayendo los labios mustios y los ojos hacia adentro: silencio igual a una trompeta oxidada.
"¡Soy un fracasado!", por último gritó el Dueño Benemérito, Federico Palacios saltando en el asiento, "Todos la pegan: él saca fotos, él encontró su camino, este en la música es groso, aquel gana cheques gigantes, ese otro dominará el mundo, y ahora Lende se va a Francia a cocinarle a la Reina", musitaba al analizarse el ombligo, "Y yo, yo... yo acá, yo... fracasando". Olvidando, por un instante, el emérito lugar que ocupaba: como Dueño de Los Rayos.
Y así fue como nos enteramos. Festejamos todavía, con alegre pena, la partida del Lento: hacia nuevos cursos. Lejos pero rayo.