Un Rayo robado. Tristeza, ¿por qué? Porque el Rayo camina sonríendo, esperando la sonrisa ajena, abrigando miradas con la magnificencia de la calidez de la diferencia de energía potencial. Confianza, pura confianza.
Sudenli mostaza en el hombro. I luc tu mai sholder an ai sei “¿Cómo hago para mancharme siempre?“. Iluso el Rayo mira al techo. Me gusta ser tercera y primera persona a la vez. Un gordito simpaticón me sonríe tendiéndome un paquete de carilinas. Un Rayo siempre confía en un gordo con una sonrisa. Mi ipod, regalado por un gran amigo, regalo que me lleno de alegría y de fraternidad, iba en mi bolsillo de adelante, en él iban conectados auriculares por donde Radio Bemba sonaba a pleno, a pleno, mi cabeza aislada. Siempre creí que era imposible que en toda esa interconexión sonido-tacto fuera robado. Volvemos, carilinas, me bajo los auriculares para tomar una, agradecerle, limpiarme y preguntale “¿Sabés cómo pasó?” y que él me vomite alguna frase que roce la verosimilitud pero no. Pongo de vuelta para explotar en Blood and Fire, no pasa nada. El mini plug pendula al lado de mi bolsillo suelto. Arremeto contra el gordito. Se defiende, dice que es un laburante, que él me estaba diciendo que un pibe me estaba fichando, no era así, mis ojos se desorbitan. “Gordito -dice mi cabeza- estás rompiendo mi confianza para con la sociedad. Nuestra lucha es por la paz, para todos todo, todos construyendo colectivamente, no todos sacándonos las cosas los unos a los otros. No me hagas dejar de sonreírle a la gente por la calle, no me hagas volverme un frustrado que no cree más en la fuerza de la gente”. Impotencia. Me sentí mucho peor que cuando me enfrentaron y me pegaron un culatazo, acto mucho menos calculador.
Tengan cuidad con la mostaza y escuchen Radio Bemba. De la imagen se la descargan.