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Otra mañana de sociólogos

Volvió la cursada. La mierda. Sí, llegué dos horas cuarenta tarde a mi clase de cuatro horas. Quizás para parecer rebelde para las nuevas hippies que me iría a encontrar en la cátedra, entrando con mi melena al viento, mi pañuelo de colores y una trompeta en la espalda. Tarde con elegancia. También hay otra mínima posibilidad de que la facultá(d) cada vez me seduzca menos a mí. Lo cuál sería una cagada porque sería desaprovechar un servicio que hago pagar a la sociedad entera y es exclusivo para unos pocos.

La cuestión, mis queridos, es que la sociología es una bolsa de gatos: algunos profundamente interesados en la historia de las sociedades se

metieron de cabeza, otros amantes de la economía y las relaciones que ella producía se tiraron de bomba de bomba, unos terceros con miradas ávidas en las metodologías desde donde observar la vida se arrojaron de palito, los últimos, absolutamente despatarrados, caímos de panza, buscando entrever esas explicaciones insufribles de una sociología filosófica, rogando que eso nuevo que sale de las relaciones humanas, esa suma caótica de los sujetos que no da nada lógico, nos espete por todo el cuerpo y… llegar a clase para escuchar a algún intelectualoide con una muletilla que no se decide entre el “aaa” y el “eee” y se queda en un gutural “oghhh” entre definiciones de territorio y región y… creo que llegué demasiado temprano y que ninguna relación social se me ensartó en ningún lado.

Todo eso se suaviza con la militancia de la que hablaba con Miguel, la que hoy me acompañó fue la de Jamiro Dynamite. Don’t Give Hate a Chance es una de las canciones militantes más interesantes que escuché.

Mañana hago una lista de links para bajarse todos los CD’s de las rayoreseñas.

Los beso, aquí se te espeta no se respeta.