GYMS USE MACHINES, WE BUILD THEM
El lema es aterrador (sobre todo si lo evocamos escrito en tipografía roja sobre negro, con el relleno de las letras rasgado y un gorila encima castigándose el pecho mientras estira su mandíbula hasta destrozarla), así que vamos a acometer una traducción que lo edulcore: LOS GIMNASIOS USAN MACHITOS, NOSOTROS LOS CONSTRUIMOS.
Claro, porque estoy escribiendo acerca de un nuevo, transpirado y plásticamente pegajoso gimnasio aparecido en mi barrio hace unos meses. ¿Cuál es el problema de este antro anabólico? En realidad, no es tan importante que se trate de una fábrica de machitos (tanto hombres como mujeres – el término supera la dicotomía genérica) que calzan calzas deportivas y zapatillas prístinas, remeras flojas que apenas dejan ver inverosímiles músculos, vinchas de algodón succionando excreciones; no resulta del todo insoportable tener un búnker de ejercitación patovica a mitad de cuadra, atacando la totalidad sonora de Honduras con bajos raperos y batería eléctrica; no es absolutamente imbancable que todos los espacios del gimnasio (hall, recepción, sala de máquinas, descanso y duchas) se vuelquen hacia la calle en una especie de exhibicionismo desmedido y continuo. ¡No! ¡Estas cosas no son lo peor! Se aguantan bastante: se pasa y se sigue de largo, y la perturbación deviene en anécdota.
Pero la situación es diferente cuando, acostado en el sillón, abajo de una ventana que da a la calle, llega a mis sosegados tímpanos una estampida que hace saltar baldosas, derriba árboles, ahuyenta a los gorriones y viejas de la cuadra. ¿Qué es?, ¿qué está pasando? La manada de transpirados patovicas yuppies ha salido en ronda nocturna; su destino, el punto del que salieron; su recorrido, la cuadratura de la manzana; su misión, sudar a mares transportando la mayor cantidad de peso posible: discos de hierro, pesas rusas, andamiaje de las construcciones vecinas, ejes de carrocería, humanos inferiores, víctimas mudas de desconcierto.
Cuidate, lector, yo sé que caminás -de vez en cuando- además de leer Los Rayos. Si te ves enfrentado a una estampida de esta naturaleza, te advierto: mantené tu lugar y dirección, no cambies de velocidad, no les dirijas la mirada, pensá en algo bueno y puro... así, sin titubear, la vorágine deportiva seguirá su camino circular sin rozarte, y ganarás un día más en tu vida – un día, una nota ——> firman Los Rayos