No se rían, es algo que le puede pasar a cualquiera. Todo empieza más o menos así:
Sin saber bien cómo, se te pasó el secundario y estás de golpe en la universidad, empezás a trabajar y, cuando te querés dar cuenta, no tenés tiempo ni para ir al baño. Entonces, vas a todos lados corriendo, pensando que te gustaría tener el reloj de Bernardo para poder, aunque sea, descansar un poco; pero no lo tenés, ni siquiera tenés el reloj de Hermione para volver el tiempo atrás y poder hacer todo. Claro, Chabón, nos sos mago y ni siquiera sos un Rayo.
Y de sopetón, como “un Rayo que cayese de un cielo sereno”, mirás a tu alrededor y ves unos pibes que te dicen papá. Ya está, no hay vuelta atrás. Familia, hijos, casa, perro, plantas, cultivos ajenos, el diario de todas la mañanas, el dueño benemérito de Los Rayos que no deja de llamarte presionándote, las responsabilidades brotan a cada paso. Te gustaría ser un tipo exitoso y poder hacer tus viajes de negocio en avión, en cambio corrés al baño del colectivo, tambaleándote para todos lados, empezando a desabrocharte el cinturón en el camino y, cuando llegás, ya al límite, desenfrenado, la hebilla de tu cinturón vuela por los aires, rebotando en las paredes de ese pequeño y maloliente cubículo, acabando -no podía ser de otra manera, si no viajarías en avión- en el inodoro, en ese inodoro que termina en el asfalto de las rutas, sin posibilidad de rescatarlo.
¡Ah tiránico Cronos! ¡Siempre corriendo tras los pasos ajenos, recortándolos! ¡Si tan solo me dejaras mear en paz!
Quizá si trabajo más duro, y le dedico más tiempo, pueda ganar plata y, si gano más plata, puedo tener tiempo, y así las hebillas no correrán riesgo – pensarás tal vez… quizá… suele… puede. Te dedicas tiempo completo al trabajo, dejando un poco de lado la familia y muchas otras cosas.
Y cuando te das cuenta que por más que sigas quemándote las pestañas, durmiendo poco, envidiando a Bernardo (yo te envidio Bernardo), olvidando la familia, y desempeñándote bien en tu trabajo, las hebillas siguen cayendo en el inodoro, como tostadas con dulce que caen siempre al piso con la cara untada al suelo, o como los ravioles que se dan vuelta cuando uno pretende servirlos cara para arriba.
Te ahogas en un grito desesperado, y de pronto… Te despertás!
¡Es un SUEÑO! ¡UN SUEÑO!
¿Cómo se te ocurre que todo puede ser un sueño? Si quisieras entrar al Nacional Buenos Aires y escribís un cuento que termine siendo todo un sueño, seguramente termines en el ILSE. O hagas una malísima película que no se sabe bien cómo vio la luz en el 2006, Click.
Si tenes tiempo, no la veas, mirá otra cosa. Leete algo de Los Rayos.
Ese es, palabras más palabras menos (sí, sí, como el programa de Tenembaum y Zlotowiazda), hebillas más hebillas menos, el argumento del film en cuestión.
Un chabón (Adam Sandler) que consigue un control remoto de parte de un vendedor que aparentemente es solo un buen tipo, pero que luego se revela como un Ángel de la Muerte, el cual le permite manejar el tiempo casi, digo casi porque, como todo lo bueno, tiene también el control su lado malo – ¡tiene memoria!-, a gusto, convirtiéndose en un abrir y cerrar de ojos en un gran empresario. A costa de renunciar a su familia, su mujer lo deja por un infeliz, sus hijos ya no quieren hablarle, incluso su perro prefiere seguir garchándose un pato de peluche antes que darle bola a él, quien por haber adelantado el tiempo y llegar al futuro antes de lo debido, concentrado solamente en su trabajo, es un obeso pero exitoso financiero que está al borde la muerte.
¡PERO ES UN SUEÑO!
Malísima. La verdad, tengo que decir que es malísima. Te hace llorar de lo mala que es. Y su mensaje moralista es una pedorrada. ¡Loco, aparece un tipo buena onda que de golpe es el Ángel de la Muerte, y encima es todo un sueño! Maneja todo con un control remoto que él inocentemente piensa se trata sólo de un control universal de esos que te permiten prender la tele, el dvd o bajar el volumen… ¡De los ladridos del perro! ¡Dios mío!
Si estás por ahí, Barba, no podés dejar que manchen tu nombre así, que un perejil pueda creerse Dios por un control de mierda, es muy poco serio. No sé como lo permitiste.
Así que, queridos seguidores de Los Rayos, no la miren, evítenla a toda costa, hace mal al cerebro, te quema neuronas y te aleja años luz de tu objetivo de convertirte en un Rayo.
Y por favor, no la recomiendes, recomendá a Los Rayos, que traen felicidad a la gente, que te hace reír y vivir un sinfín de emociones, y lo mejor de todo es que no somos un sueño, por más que todos sueñen con nosotros.