Debería hablarles de las ilusiones del saber inmediato y su riqueza insuperable, puesto que como Rayo, sabio y viejo, tenemos mucha filosofía espontánea (como somos nosotros) y saberes del saber que compartir con el mundo y Fodor. Pero no estoy seguro que vaya a hacerlo hoy, aunque lo hago todo el tiempo siendo muchos pero solo pocos. Brindis por los Rayos. Iupi!
Seguimos entonces con lo que nos traía a cuento hace suficiente tiempo ya como para olvidarlo el dorctor Fagundes. Resulta que él estaba sentado debajo de un manzano, en la playa (tal vez, quien sabe, por estos pagos, seguro bañadas por el mediterráneo), mirando el horizonte, viendo la gente pasar, cuando de golpe, Zas! Una idea le abrió la cabeza, y no era García Márquez.
Madre e hija caminaban de la mano, paseándose dulcemente en tetas por aquella arena a medio hacer (según me dijeron, al ser un lugar de vacaciones, ni el viento ni el agua trabajan acá -solo yo), ignorando las miradas ajenas, irguiendo los pezones frente la brisa marina que acaricia sus torsos desnudos. Frente a sus ojos tenía un claro ejemplo del paso del tiempo y la inexorable gravedad, como los zapatitos de hormigón que se encuentran por el río, y pensó en la posibilidad de que a Newton no se le haya caído una manzana en la testa sino un par de tetas cansinas que miraba con desilusión.
Perturbado por la imagen de las tetas de Newton, cual manzanas arrugadas, decidió levantarse y comenzar una caminata por las simpáticas callecitas que invitan a viajar por sus relatos y adoquines. Sonriendo al mundo, se abrió paso por retorcidos pasajes que acobijan amantes furtivos, vagabundos desorientados por el alcohol y la soledad y perros abandonados o tan solo en su vuelta nocturna.
Pensó entonces en las ciudades y esa extraña superposición entre la modernidad y la historia, que no hacen más que mostrarnos el inexorable paso del tiempo y la perdurabilidad de las costumbres. Esquivando autos y motos de exagerado lujo, mirando plasmas que asoman por las ventanas con estruendoso volumen, vio la ropa colgada sobre la calle, señoras sacudiendo manteles en el balcón, vecinos que charlan mientras barren distraídos pasándose un mismo papel de un lado al otro.
Estaba más que claro, el paso del tiempo hacía presente la gravedad de formas estrepitosas en el cuerpo, y obliga a retomar comportamientos, mientras cuelgan la ropa sobre autos último modelo, cuelgan tetas arrugadas al aire, desafiando jóvenes y esbeltos cuerpos que exhiben sus manzanas al aire.
¿Y el cepillo qué tiene que ver?