Sentime una cosa, ¿pensaste alguna vez cómo pensás? Probablemente hubo, en alguna época (seguramente tildada de “poética” por los hipsters actuales), algún pensador que haya pensado en eso (que siga valiendo la redundancia, tío). El propio cerebro pensándose… Viene a ser como un eterno retorno, mezclado con un toque biología y malflash.
Mantengámoslo simple, tenés un montón de neuronas (podemos redondear en 100 mil millones, pero “un montón” cuantifica cantidades de un modo mucho más Rayo friendly), interconectadas entre sí. Ok, hasta este punto es sencillo de comprender; la cuestión es que esto da sustento a todo lo que puedas pensar que te haya ocurrido o pueda pasar o hayas imaginado que podría llegar a pasar si no terminabas toda la avena quaker que te daba tu tía.
Si uno lo piensa demasiado, deja de tener sentido (como cuando se repite una palabra hasta el hartazgo: lavabo, lavabo, lavabo), por lo que me intención no es que piensen, sino echar algo de luz sobre el asunto. ¿Cómo puede ser que sólo por tener neuronas que se comuniquen entre sí uno puede correr, hablar, comer, digerir, sentir, pensar y todos los verbos en -ar, -er, -ir que uno quiera? Ese, mis amigos, es el malflash de la cuestión. Tenemos esa cantidad enorme de células cerebrales, pero se hace agua en cómo ocurre todo lo demás.
A fines de que puedan comprender mejor, les pido que dejen sus tapujos de lado, y me concedan pensar que lo que encontramos en esas conexiones, es la mente. Dentro de ese mar de electricidad, neurotransmisores, salitre y almizcle está la base de nuestra esencia, lo que nos hace como somos y todos los recuerdos que llevamos como equipaje.
¿Dónde se guarda todo lo que recordamos? ¿Tenemos un gran arcón de recuerdos? Si digo: menos be, más menos la raiz de: be cuadrado menos cuatro a por ce. Todo sobre dos a. ¿Dónde estuvo eso guardado todo ese tiempo? Porque la mayoría no usamos esa fórmula hace varios años, pero al leerlo vuelve a la conciencia rápidamente.
Aún hoy no se entiende bien dónde se guardan los recuerdos, ni cómo se hace para recuperarlos, ni mucho menos que pasa con aquellos que caen en la matrix del olvido. Y se complica un poco más, porque los recuerdos están fuertemente ligados a las emociones. Así, el olor a canela pierde su esencia y nos transporta la cocina de la abuela Rita, que hacía esa torta con una pizca de canela que tanto nos gustaba de chicos; pero que nos daba culpa comerla porque ya teníamos varios kilos de más y nos elegían últimos para jugar al quemado…
Con todo esto, nada cierra todavía. Pero, sentime una cosa todavía más rara: está probado científicamente el efecto del Sol y el clima fresco en la alegría. ¿Cuántos recuerdos alegres tienen a flor de piel, en donde el dían haya estado gris? Aparte de todos los huevos que le pongas al universo, el exterior te afecta. Entonces, toda esa alegría repentina que sentís en los meses frescos del año, cuando el Sol brilla fuerte, se debe en gran parte a una respuesta automática de tu sistema: como ese clima en particular te pone alegre, tus recuerdos se ven influídos, y como te acordás que tuviste buenos recuerdos, la alegría crece aún más.
La próxima vez que sientan eso, estarán frente a un Dían Perfecto.