Seguramente Cerati haya pasado por esta escena cotidiana, de ahí sus palabras: “La espera me agotó, no sé nada de vos”, parado por algún punto perdido de la ciudad, esperando, mirando a su alrededor como las calles se van vaciando, con gentes que caminan vuelta a casa, algunos con bolsas recién adquiridas, posiblemente una futura cena, otros con pasos apurados, tal vez porque quieran ir al baño, o tan solo por el imperioso deseo de volver luego de una ardua jornada. Entrecierra los ojos en un esfuerzo vano por ver más allá, donde las luces se confunden, entre semáforos, autos, 141, 95, 15, 160, y otros. Pero vos no, vos no pasas, y por más que mira la hora una y otra vez, y cada tanto amenaza con tomarse un taxi si no viene en los próximos diez minutos, técnica que funciona con la mayoría, excepto con vos, claro, seguís sin aparecer.
¡Ah, bendito 93! ¿Será que te fundiste otra vez y por más que te espere quien te espere no vas a llegar nunca? ¿Cuántas veces te he esperado, con algún acompañante ocasional que espera a algún otro, quien pronto me abandona para volver a dejarme solo en esta lenta espera?
“Cuánto falta, no lo sé. Si es muy tarde, no lo sé”, me susurra al oído Gus. Y yo tampoco lo sé, porque con vos nunca se puede estar seguro. ¿Por qué será que te tocó el 93? ¿Se debe tu demora al Enamorado? ¿Casualidad? ¿Se habrán quedado tus faros iluminando alguna muchacha por las calles de la ciudad, contorneando sus curvas? ¿Por puerto madero tal vez? ¿O frente al Correo Central donde tantas veces te he esperado?
¡Ay 93, mí querido 93!
“Una rápida traición, y salimos del amor”, por un gesto repentino, casi sin darme cuenta, quizá también confundido por la similitud, estiré la mano y sin mirar hacia atrás me subí al 95.
Sí, voy a tener que caminar más, cabizbajo, pensando en vos, en por qué no llegaste, en qué estarás haciendo, si no me habré precipitado, sintiéndome culpable, recordando antiguos viajes. ¡Ay 93! Suspiro por lo bajo…
Es cierto, muchas veces fui yo quien llegó tarde. Pero llegué. Y tal vez sea que llegamos tarde a nuestro amor, en tiempos distintos. Ahora yo camino solo, y vos seguramente vayas rodeado, sin acordarte ya de mí.
Estoy aquí, parado, sentado y acostado, y pienso en vos…
¡Ay 93! Suspiro por última vez.