¿Qué más podes hacer que pensar en Los Rayos cuando vas caminando por la calle y ves a un tipo sumamente (exageradamente diría yo) normal gritando, como si él también estuviera llamando a Karina, a favor del desnudismo y las drogas?
Seguís caminando y después de unas risas dejas pasar el episodio, tal vez riendo espasmódicamente cada tanto. La música vuelve a entrar por tus oídos fluyendo por todo tu cuerpo, haciéndote sonreír, liberándote por unos instantes de tus obligaciones, que vuelven una y otra vez a tu cabeza, hasta que te cruzas con el famoso Hombre-bolsa (hay quienes dicen que en un pasado era mujer). Y entonces vuelven a susurrarte una música divina al oído.
Sacudís la cabeza un par de veces, y seguís tu marcha impertérrita.
Bajas a las profundidades urbanas para abstraerte en pensamientos remotos, y quizás perderte entre las palabras de algún libro que llevas en la mochila. Empezás a seguir espacio por espacio, mezclando tus ideas con las del libro y los recuerdos del protagonista con algunos que pueden ser tuyos o de alguien más, y de golpe palabras extrañas como pi al cuadrado, movimiento rectilíneo uniforme y demás. ¿Qué está pasando? Es un profesor extraviado que va preguntando a los sorprendidos pasajeros cuestiones que tal vez supieron copiarse en algún momento. Vuelven a susurrarte en los oídos.
Ya medio asustado te bajas y cuando estás en el andén ves pasar a un gordito simpático que canta agudamente tapándose la boca con un pasaje de subte (el chabón no sabe todavía que puede tener la tarjeta Sube), y tu cabeza ya totalmente atormentada te hace creer que son todos personajes urbanos producto de las drogas, para intentar tranquilizarte.
¡Pero no! Al ver la luz del día nuevamente gritas como aquel que te cruzaste en la plaza o como el Tolo Gallego llamando a Alvarez: ¡Los Rayos! ¡Leen a Los Rayos! ¡Los Rayos están en todos lados!
¡Si! ¡En todos lados!
Ya somos parte de tu vida, de tus días, tus viajes y tus noches en los coches. Por siempre.
No a las drogas, si a Los Rayos!